En un espacio informativo de la televisión cubana se graficó una noticia con la portada de un número del ABC madrileño. Mientras tanto, la voz comentadora citó como fuente —intentemos trascribir lo dicho— “el portal de Ei Bi Ci”: ABC, en inglés. ¿Lapsus de la memoria por la prisa? Un profesional de la información debe conocer la existencia del longevo y célebre diario.

Ni contexto ni tono avalan conjeturar que fuese un alfilerazo contra un rotativo afín, por su carácter reaccionario, a la política imperialista. Queda pensar en un error asociado a la desprevención con que se usan extranjerismos innecesarios: sobre todo, vocablos en inglés. Ese idioma se expande como lingua franca de un imperio que manipula la “ultramodernidad” y se abre camino por esa vía y, sobre todo, con dólar, tecnología y guerras. Cuando en la expresión “culta” primaba mundialmente el latín, el peligro era menor: ya no existía el Imperio romano.

Antes de que alguien agite las banderas de la amplitud cultural y las pretensiones “cosmopolitas” —a menudo máscaras de herencias coloniales— aclaremos que no se trata de eludir intercambios y préstamos lingüísticos necesarios. No hay que aislarse del mundo. Pero preguntémonos si la huella del inglés coexiste con mandinguismos, bantuismos y, en general, rastros de lenguas aplastadas o dominadas por poderíos imperiales: como la arahuaca, en la que se expresaron nuestros aborígenes.

El asunto da para tratados, y ha merecido numerosas páginas, incluso en este sitio. Ahora, por si no bastase el “aporte” de Ei Bi Ci, veamos algunas muestras de innecesaria utilización de términos y modos del inglés en nuestros medios. La prensa no existe al margen de la sociedad, y, para vincular ese hecho con la tecnología, recordemos el teleprompter.

Al igual que en otros casos, así en el de internet, los hispanohablantes perdimos la oportunidad de bautizar un aparato con el nombre que le correspondería en español: teleapuntador. Ese dispositivo cumple en la televisión el papel de la persona que durante ensayos o representaciones teatrales libra a actores y actrices de errar en los textos.

Hoy parece que ya no está de moda mencionar el dichoso teleprompter. Pero más indeseable que la palabrita es el facilismo de utilizar ese equipo para todo: incluso para cartas y otros textos que nadie se tragará que son dichos de memoria. Y, volviendo a las artes escénicas en la televisión, ¿ya no habrá manera de sustituir teleplay por una voz en español?, ¿será inevitable utilizar script en vez de guión?, ¿por qué dividí y cidí si podemos decir devedé (o deuvedé) y decé?

Especialmente mientras vivían profesionales como Bobby Salamanca y Eddy Martin, entre nuestros mejores logros mediáticos sobresalían los deportivos. Era natural que, como ahora, destacase la pelota, convertida por un lugar común en “nuestro pasatiempo nacional”, aunque con más plays off que series extras, y más managers que directores de equipo.

Ese deporte no procede del juego practicado por los taínos, sino del baseball, creado en los Estados Unidos, y su nombre viene de las bases y la pelota (bola). En un camino como el de fútbol y basquetbol —dominantes sobre balompié y baloncesto— se ha españolizado como béisbol, a gusto de la Academia Española de la Lengua, y en Cuba coexiste con beisbol y pelota. El origen explica que muchos de sus términos vengan del inglés, lo que recuerda que los nombres o tratamientos afectivos Eddy y Bobby tienen esa misma procedencia.

En otros tiempos, como en la música tornábamos feeling en filin, en la pelota convertíamos short stop en sior o siol, y home run en jonrón, o —como para otros deportes— umpire en ampaya. Hoy corrido puede cambiarse por corring, ni español ni inglés, idioma en el que sería running; y hora por tiempo (sí, time).

Es asimismo posible que si a un ser humano los padres lo nombran con la imagen de espejo de Miguel —Leugim—, el resultado del invento no se pronuncie ni Léugim, acentuación llana característica del español, ni Leugim, palabra aguda, al igual que Miguel. Algún narrador deportivo ha engolado Léuyim, acústica que no honra ni al inglés del Bronx ni al español de Los Hoyos.

Alguien, quizás por remolque de la CNN, anunció ante cámaras de nuestra televisión la llegada a Cuba del “secretario general de ONU”: omitió así el artículo, la, que el español reclama delante de esas siglas y del nombre que ellas abrevian. A menudo el generoso plural de los saludos en español —“buenas noches”, por ejemplo— se mutila en los medios para acoger el cicatero singular del inglés, traducción de good evening.

También entre nosotros abundan ejemplos de la invasión, perfectamente evitable, innecesaria, del inglés. Este articulista ha recordado en otro texto de Bohemia el Miramar Trade Center. Está instalado en una edificación habanera con apariencia de torres mellizas. Se podría hacer un inventario de muestras similares, y ver cómo pasan a nuestros medios.

A veces parece que sucumbimos a la fuerza imperante del inglés y, además, creemos que el resto del mundo habla solo ese idioma, y menospreciamos su capacidad de inferencia y deducción. ¿Por qué la empresa empeñada en difundir internacionalmente nuestro patrimonio musical se llama Bis Music? Si ese es su nombre, ¿de qué otro modo puede llamarse en la prensa?

Quizás en ocasiones no se halle una salida mejor que usar sintaxis y vocablos ajenos al español. Es presumible que la existencia de Radio Habana Cuba —conocida en el mundo— suscitó que, buscando identificación, una eficiente emisora capitalina se bautizara Habana Radio, estructura propia del inglés; y, por alguna decisión, un buen espacio informativo también capitalino se llama Habana Noticiario. Ese nombre comparte lo antes dicho sobre sintaxis anglicada, y suma un casticismo raro para la norma cubana, en la que el castizo noticiario fue desplazado por noticiero.

Comentario aparte requerirían las publicaciones digitales, a veces marcadas —como los medios en general— por una tecnología hecha y pensada en inglés; pero víctimas también, en otras ocasiones, de la desprevención. ¿Por qué decir post, si tenemos artículo? Sobre blog se discute: ¿bitácora, artesa…? Y hay más.

No se intenta aquí ofrecer un inventario de anglicismos en nuestros medios, ni trazar conclusiones ni, ¡mucho menos!, promover actitudes aldeanas o condenatorias. Apenas se hilvanan algunos usos e influjos del inglés sobre los cuales pudiéramos volver para continuar la reflexión. Ella es necesaria siempre, y aún más cuando gran parte del quehacer televisual se basa en producciones extranjeras, sobre todo estadounidenses.

¡Ah!, si alguien quisiera conservar este artículo, el autor lo agradecería. Máxime si, en vez de printearlo o linkearlo, lo imprime o lo enlaza. Y, por favor, para borrarlo no olvidemos que delete, como se llama la tecla correspondiente en computadoras con rótulos en inglés, tiene el mismo origen latino de donde pasó a la jerga imprentera en lengua española el término dele, en la acepción de suprimir o borrar. Ahora interrumpamos el texto, no con un bye!, sino con un ¡hasta luego!

Luis Toledo Sande

http:// bohemia.cu/2011/07/19/cultura/extranjerismo.html