La Polilla en BohemiaHe esperado un par de días con la ilusión de que se desmintiera la noticia, pero es implacablemente cierta: Rosa Cristina Báez ha muerto. Hacía unos meses que no nos veíamos; pero frecuentemente intercambiábamos mensajes, y a menudo ella reproducía en su red textos míos, y otros muchos. Nominalmente ella y sus espacios debieron haberse asociado mucho más a las abejas creativas que a las polillas.

Nuestros mensajes transitaban con soltura, con regocijo, con la picardía de quienes compartieron amistad durante un montón de años. La conocí en la Biblioteca Nacional José Martí, sobre todo a partir del tiempo en que el Centro de Estudios Martianos estuvo instalado provisoriamente allí, antes de ocupar la sede que por muchas razones le correspondía.

Siempre sentí simpatía por Rosa, entonces y por mucho tiempo con talle de libélula; pero nunca imaginé —¿podía suponerlo acaso?— que llegaría a ser la extraordinaria bloguera que fue, y que participó en tantas peleas, siempre con lucidez y entusiasmo político, revolucionario, para decirlo de modo que no haya dudas, pues serían contrarias a su claridad. Ella fue un diario, una revista, toda una editorial. Debe quedar su ejemplo. Debemos atenderlo.

Aunque nos duele quedarnos sin su amparo, no añado nada más, para que esta nota no se anieble con la tristeza de un obituario. Ella estaba siempre muy cerca de la risa, cuando no dentro. Lo esencial de lo que tendría que decir sobre su labor lo dije ya, con el tono más bien festivo que el tema y ella suscitaban, en un artículo-entrevista publicado en Bohemia y que disfruté saber que le había gustado. El espíritu de ese texto, que ella reprodujo, es el que deseo para las presentes líneas.

Sería irrespetuoso con lectoras y lectores creer necesario advertir que el título alude a un poema, conocido —y memorable como suyo— de Nicolás Guillén. Pero hasta ahí llega el alcance de la referencia. Nuestra Rosa no era precisamente melancólica. Era, eso sí, una polilla, o más bien una antipolilla feliz, ¡y cubana!

Gracias, querida amiga, por todo lo mucho y bueno que hiciste.

Luis Toledo Sande