Invitado por La Jiribilla a colaborar en su carpeta «El laberinto de las redes sociales», escribí este artículo.
Ilustración: Ramiro Zardoya
Mientras Donald Trump fue presidente se despachó a sus anchas en las redes sociales. No tuvo límites —y nadie se los puso— para sus fanfarronadas y venenos belicistas, xenófobos, racistas, homófobos, misóginos… supremacistas. Explayarse contra todo lo que percibiera contrario a su megalomanía y a sus pretensiones de hacer “grandes a los Estados Unidos”, o hacerlos “grandes otra vez”, fue su manera de berrear “I can!”
Pero bastó que perdiera la reelección para que algunas redes sociales se anotaran el mérito de bloquearlo. Hasta aplausos cosecharon con el gesto, recibido con simpatía desde muy diversas perspectivas: de izquierda a derecha, y viceversa. ¿Merecía tanto entusiasmo? Trump fue bloqueado cuando perdía su condición de césar, y en su afán por seguir siéndolo ponía en peligro la estabilidad del sistema que había presidido. Read more…